38. La rueda de la muerte del emperador romano

Se cuenta que durante la insurrección judía que tuvo lugar en Galilea en el año 66, Josefo y otros 39 simpatizantes judíos fueron acorralados en una cueva por los romanos. Antes de ser atrapados y convertidos en esclavos, los sitiados preferían la muerte.
Josefo, que no era partidario de la inmolación, encontró una solución imaginativa. Propuso a sus compañeros que debían formar un círculo y matarse entre ellos siguiendo un ritual matemático: el primero mataría al segundo y pasaría la espada al tercero, el cual acabaría con el cuarto, pasaría la espada al quinto y así sucesivamente. De esta forma el azar elegiría al judío que no tendría más remedio que suicidarse. Evidentemente, con este juego matemático Flavio Josefo esperaba poder salir con vida de la cueva.

¿En qué posición se colocó Josefo?

Según la historia, la cual tiene evidentemente sus claroscuros, Josefo calculó rápidamente el lugar que debía ocupar el último y el penúltimo superviviente. Una la eligió para sí mismo y otra para uno de sus mejores amigos.


Empezó el ritual y los judíos procedieron a realizar los asesinatos de la forma acordada, al final tan sólo quedaron dos: Josefo y su mejor amigo. El historiador judío logró convencerle para que se entregaran a los romanos y así pudieran evitar una muerte absurda.







Solución
De esto se deduce fácilmente que en la primera vuelta mueren todos los pares (congruente con 0 y módulo 2): 2, 4, 6, 8,… Nadie se colocaría en un número par, salvo que quisiera inmolarse.
En la segunda vuelta mueren todos los congruentes con 3 y módulo 4: 3, 7, 11, 15, 19… En la tercera vuelta mueren todos los congruentes con 5 y módulo 8: 5, 13, 21, 19… En la siguiente los congruentes con 9 módulo 16: 9, 25.
De este cálculo, que se puede reproducir fácilmente con papel y lápiz, se deduce que Josefo se colocó en el lugar 17, salvándose junto con el judío colocado en la posición número 33.

Protegido del emperador

Una vez que salieron de la cueva Josefo solicitó hablar con el general romano –Flavio Vespasiano- alegando que tenía un mensaje muy importante que comunicarle. El judío le explicó que había tenido un sueño en el que Vespasiano se convierte en emperador.
En aquel momento el trono imperial era hereditario –los cinco primeros emperadores pertenecían a la dinastía Julio-Claudia-, y el general no tenía lazos de sangre con Nerón, por lo que todo hacía presagiar que de ninguna forma alcanzaría el ansiado trono imperial. A pesar de todo, Vespasiano sintió cierta simpatía por el judío, le perdonó la vida y le mantuvo a su servicio. Cuál sería la sorpresa, tanto de Josefo como de Vespasiano, cuando este último se convirtió en el noveno emperador romano en el año 69.
M. Jara
M. Jara
Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.

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